Suelo ser de otro lugar,
de otro cuerpo, de otra tierra.
Por eso escribo con atajos y desvíos.
Quizás para no ser entendido
en demasía.
Siempre a mano limpia,
y siempre alocadamente.
Juan
percibo el perfume de un sueño,
la huella incolora
que deja
una estrella furtiva.
Siempre elevo una oración,
ante un nacer o un morir.
Aún,
puedo sentir el quejido
de una rosa
y el íntimo
canto de un pájaro,
cuando un amanecer
silencioso
los cubre.
Pero nada de eso
me salvará
de todo esto,
hemos roto hasta el recuerdo,
de nuestros maravillosos,
y puros secretos.
Todo es opaco,
tan solo queda pensar
en lo que hubiese
podido decirte.
