
Repasando libros, me encontré con Poemas de Amor, ya amarillento por el paso del tiempo de una de las mas grandes escritoras, Alfonsina, la célebre Alfonsina, que hasta su muerte cubrió de poesía.
Como entonces no hablar de ella.
Estoy convencido que dejó en sus cuadernos descripciones de paisajes que anochecían bajo sus versos, siempre tan vigentes, siempre tan plurales, siempre tan puntuales.
Seguramente si se pudiese encontrar con sus lápices, recordaría sin más trámites el olor de sus amadas rosas, pero él huyó, dejándole sobre sus manos, grietas, lágrimas y dolor, pero él... él huyó.
Cuando decidió partir seguramente que enmudecieron los segundos con el sol, y sin más trámites la nieve lloró, pálida.
Ella es recordada, con un dejo de tristeza y una sonrisa amalgamada, con certeza algún lienzo la tiene perpetuada a las orillas del algún embalse, donde el agua sonreía en sus caderas. Es recordada porque su piel estremecía. La recuerdan porque dejaba su pelo a merced de las brisas, y seguramente, despacio, muy despacio, él se acercaba a ella, pero después... huyó.
Todavía se la puede ver en fotografías blanco y negro, oscurecidas y virando a sepia por el implacable paso de los años, con el infaltable borde recortado, según estilo de la época. Ella posa. Mantiene firme el sombrero sobre su mano con elegancia y sonríe. Se le puede notar la dicha sobre su nuevo coche, y él, la mira mientras saluda, con el clásico saludo de los que abandonan para siempre, de los que repiten historias, y hacen de su cobardía su bandera.
Pobre mi Alfonsina todo lo sabía, pero eso no, su corazón nublado de amor, no le permitió tener la vista diáfana. Pero está, aún está, nunca se ha ido y como dicen por ahí, no se ha ido, “solo tomó distancia”, y merodea en su casa. En su salón aún cuelgan sus gustos, y en los cajones esperan libros olvidados, y quedan las sombras de aquellos cuadernos que fueron vendidos para luego ser vilmente repudiados.
Tomó distancia, estoy seguro que volverá, y podrá explicarnos porque un alma llena de pinceladas color oro, y aroma a tulipanes, decidió entregar su amor a él, de quién estoy seguro no volverá, como todos los que huyen, repiten historias y sin jugarse hasta el final, como todo cobarde.
Pero ella, seguramente, ella volverá, como vuelve en cada poema.
Juan